viernes, 11 de marzo de 2011

Cuando los corazones tiemblan

Esta mañana mientras me duchaba mi madre ha entrado al baño y me ha preguntado:

- ¿En que ciudad está tu amigo? Es que ha habido un terremoto en Japón.
- Está en Sendai. Pero el terremoto fue el miércoles. Dice que tembló todo. Un 7,2 en la escala de Richter y ni siquiera se cayeron cosas de las estanterías.
- No, no. Ha habido un terremoto muy gordo hoy. Y me parece que han dicho el nombre de la ciudad esa. ¿Está al norte? Ha sido en el norte.

Entonces asiento y me pongo a pensar en cosas terribles que en seguida descarto. Acabo lo más rápidamente posible, enciendo la radio y lo escucho claramente: Terremoto de casi 9 grados a 140 kilómetros de la costa de Sendai, y después Tsunami. Muchos daños. Me vuelvo a poner en lo peor y vuelvo a descartarlo, diciéndome "no seas gafe". Intento pensar en otras cosas. Imposible. Otro 11 de marzo lleno de dolor y rabia.

Escribo un email a mi amigo mientras abro su página del facebook para ver si hay alguna noticia. Nada. Lo dejo toda la mañana abierto para ver si hay novedades e intento prestar atención a mis actividades, pero me resulta imposible concentrarme. Cada dos minutos miro en internet noticias sobre el terremoto. Entro en páginas de españoles en Japón y en la página de Nora esperando que esté bien. Sin noticias. Llega la hora de volver a casa a comer y sigo sin saber nada de mi amigo. Cada vez estoy más preocupado porque la cifra de muertos va aumentando. Le pido a Dios de manera egoista que cuide de mi amigo.

Cuando llego a casa enciendo la tele y veo que el ministro de la presidencia dice que siguen intentando ponerse en contacto con los españoles de la zona noroeste de Japón y que es pronto para afirmar si están desaparecidas. Intento pensar que Japón es el país que mejor preparado está para hacer frente a lo que ha ocurrido pero no sirve para tranquilizarme.

Cuando termino de comer me vuelvo a conectar a Internet y gracias a Dios leo en el facebook de mi amigo un mensaje de alguien que dice que se ha enterado que ha podido hablar con su familia y que se encuentra bien. Suelto un suspiro de alivio y repito un montón de veces para mis adentros la palabra gracias. Pero no me siento tranquilo. ¿Como voy a estar tranquilo si hay cientos de muertos y miles de heridos en Japón? La rabia y la impotencia me dominan, así que me pongo a escribir esto.

Todavía no he recibido noticias directas de mi amigo, pero por lo que leo en su facebook parece que está bien. Tampoco tengo noticias de Nora, espero que tanto ella como los suyos se encuentren bien. ¡Ojalá el número de víctimas deje de crecer y los heridos se recuperen pronto!

Sé que no vale para nada pero me gustaria mandar todo mi afecto y ánimo a todos los afectados por esta tragedia. El pueblo japonés es un pueblo fuerte, trabajador y tenaz y sé que conseguirá reponerse de este durísimo golpe.

¡UN FORTÍSIMO ABRAZO!

EDITADO: Nora acaba de decir en su página que se encuentra bien.

Hace 7 años...

Me levanté temprano para ir a la universidad. Las clases del curso de ese año eran por la tarde, pero aquella mañana tenía una asignatura que me había quedado del curso pasado y que no había conseguido recuperar en septiembre. La asistencia no era obligatoria pero prefería acudir ya que, aunque tenía que madrugar, ir a aquella clase me servía para repasar aquella materia y refrescar conceptos. Además, así podía aprovechar la mañana para estudiar el resto de asignaturas.

Me desperté, remoloneé un poco (pero sólo un poco porque si no corría el riesgo de volverme a quedar sopa) y salí de la cama. Me aseé, me vestí y desayuné. Como el resto de días en que iba a aquella asignatura de primera hora, me sobraba un poco de tiempo antes de salir de casa así que hice lo que hacía siempre. Encendí la tele con el volumen al mínimo para no despertar a nadie para verla medio dormido durante unos  dos o tres minutos. En la pantalla aparecieron imágenes oscuras con tonalidades anaranjadas en las que se veía una columna de humo subir hasta el cielo. "Vaya, parece que ha habido un accidente", pensé. Y sin darle más importancia apagué la tele y me fui a coger el metro.

Una vez llegué al aula me senté y esperé al profesor. Cuando llegó nos dijo lo que había ocurrido y que se había decidido suspender las clases. Entonces comprendí las imágenes que había visto en  la televisión y me sentí algo culpable por la indiferencia que había mostrado al verlas. Como el resto de mis compañeros, bajé a la puerta principal y participé en la concentración silenciosa. Y mientras guardaba silencio, la pena, la incredulidad, la rabia, el hastío y la desesperanza se turnaban en mi cabeza.

Era jueves.

jueves, 3 de marzo de 2011

Olimpiadas

Las primeras olimpiadas que recuerdo son las de Barcelona 92, con aquel momento tan espectacular del encendido del pebetero (hay gente que sigue discutiendo si la flecha entró o no, discusión que personalmente creo que carece de toda importancia). Mi edad todavía no llegaba a las dos cifras, pero sentía que aquella concentración de deportistas era algo especial. 

Para las olimpiadas de Atlanta 96 ya era un poco más mayor (concretamente 4 años mayor. Es lo que tiene que las olimpiadas sean cada cuatro años, que cada vez que ves una eres 4 años mayor que cuando viste la anterior) y por tanto podría tener más recuerdos. Sin embargo lo único que me viene a la cabeza cuando pienso en ese evento es que estaba en el pueblo, que las retransmisiones eran por la tarde y que el logo aparecía en aquellos botes de coca-cola que comprábamos a 100 pesetas en la máquina para calmar la sed después de jugar un partido o de hacer alguna excursión con la bici.


Cuatro años más tarde llegó Sydney 2000. Para entonces ya tenía claro dentro de mi cabeza lo que deberían representar unas olimpiadas:

El mundo es muchas veces un lugar frío, oscuro, desagradable dónde todo se mueve por intereses y motivos ocultos. Aún así una vez cada cuatro años atletas de todos los países se reunen para competir. Se convierten en rivales por algunos segundos, pero amigos para el resto de sus vidas (o al menos eso era lo que buscaba Pierre de Coubertin). Las olimpiadas deben ser un lugar de unión y hermandad para los deportistas dónde lo importante no es vencer al rival sino vencerse a uno mismo. "Lo esencial en la vida no es vencer sino luchar bien".

Y con estas convicciones vi las olimpiadas de Sydney (y las siguientes), valorando a los atletas por representar lo mejor del ser humano (aunque la profesionalización del deporte haya hecho mucho daño, pero ese ya es otro tema), por su espíritu de superación y de lucha, por propagar un mensaje de unión y esperanza, por representar ese espíritu olímpico que nos hace recordar que podemos hacer del mundo un lugar mejor. Los que ganan medallas merecen admiración, pero es ese atleta que llega el último a la meta  el que me contagia el espíritu olímpico.

Pd: Después de explicarles lo que significan las olimpiadas para mi he de confesarles que lo que más recuerdo de Sydney 2000 es aquel momento de la ceremonia de clausura en el que todo el estadio olímpico se puso a cantar el "Waltzing Matilda". Me emocioné entonces, y ese mismo cosquilleo me recorre el cuerpo cada vez que lo veo:


Pd2: Sé que las olimpiadas de invierno también son olimpiadas pero, por alguna razón que desconozco, para mi los de verano son los auténticos Juegos Olímpicos.